Darwin en Brasil

Darwin llegó a Salvador en verano, el 28 de febrero de 1832, después de haber pasado por Cabo Verde, por el archipiélago de São Pedro y São Paulo y por la isla de Fernando de Noronha. Su primer contacto con el continente tropical, tras echar anclas en la Bahía de Todos los Santos, fue impactante. «Nadie sería capaz de imaginar nada tan hermoso como la antigua ciudad de Bahía; esta se encuentra dulcemente agasajada en un bosque exuberante de lindos árboles (...) La convicción de estar caminando por el Nuevo Mundo aún me parece espantosa», escribió el científico, en una de las cartas que enviaba desde cada puerto en que atracaba.

Salvador ya no está rodeada por el bosque mencionado, pero aún guarda lugares donde se pode observar y explorar la naturaleza, como hizo el inglés.

Darwin notó que los animales del continente americano eran distintos de los que se encontraban en Europa. Y que, incluso en las Américas, las especies presentaban variaciones, según el lugar donde se encontraban. En el Farol da Barra y en la Ponta de Humaitá, dos famosos puntos turísticos de esa ciudad, se contacta con la gran diversidad marina del litoral bahiano.

La esclavitud brasileña también impactó al inglés. En sus anotaciones, hizo diversos comentarios y observaciones acerca de la crueldad de esa práctica. El Pelourinho, mayor atracción turística de la ciudad, es un vestigio de la época en que los negros africanos eran obligados a servir a sus amos blancos.

Río de Janeiro dejó maravillado al joven Charles Darwin, que contaba con tan solo 23 años cuando desembarcó en esa ciudad, tras dejar Salvador. El científico pasó 3 meses en la entonces capital del país. En medio a la enorme riqueza de la naturaleza tropical, no paró de hacer descubrimientos. Del barrio de Botafogo, donde estuvo un tiempo hospedado, escribió: «los interesados en historia natural tienen ventaja en el sentido de que siempre descubren algo que les llama la atención, pero en estos climas tan fértiles, repletos de seres animados, para hacer una caracterización, los nuevos descubrimientos se hacen a cada instante y son tan numerosos que solo se puede avanzar con dificultad».

Darwin anduvo por diversos barrios de la ciudad, como Catete, Flamengo y Lagoa. Y en el Jardín Botánico encontró una grande e impresionante riqueza biológica. Este lugar aún existe y es uno de los más interesantes paseos de Río de Janeiro. Allí se encuentran catalogadas cientos de especies vegetales y animales, a los pies de la Floresta da Tijuca, con una linda vista para el Cristo Redentor, en el Morro do Corcovado.

El Parque Nacional da Tijuca también es ideal para observar la naturaleza. De fácil acceso, ya que se encuentra prácticamente en el medio de la ciudad, cuenta con muchos senderos por la vegetación, que conducen a miradores desde donde se tienen exuberantes vistas panorámicas de la ciudad, como la Vista Chinesa y la Pedra da Gávea.

Las playas de la Ciudad Maravillosa, tal como de Ipanema y Copacabana, fueron estudiadas por el inglés. Aunque el avance de la ciudad sobre la costa haya ahuyentado gran parte de las especies que por allí circulaban, aún es posible ver a algunas, entre estas, las tortugas marinas, peces diversos y delfines.

Poco después de llegar a Río de Janeiro, Darwin conoció a un conterráneo que se preparaba para visitar sus propiedades, un poco al norte de Cabo Frio. Cuando lo invitó a unirse a él, el científico no tuvo dudas. Montados en caballos, el dúo cruzó la Mata Atlántica durante algunas semanas.

El calor intenso y el silencio de la selva lo impresionaron. Así como la variedad de vida encontrada: mariposas, luciérnagas, aves pescadoras, orquídeas y formaciones vegetales diversas. Darwin se despertaba temprano para explorar los alrededores y recolectar especímenes, que enviaba a Inglaterra, para que fueran analizados y catalogados. Al regresar de la expedición, 4 años más tarde, Darwin ya era un renombrado, a pesar de joven, científico.

La ciudad de Cabo Frio creció y se modificó, pero su naturaleza aún se puede apreciar y descubrir por cualquier persona. Sus playas son ideales para la observación de la vida marina. La Praia das Conchas tiene agua cristalina, y sus piscinas naturales son ideales para el buceo. La Praia das Dunas, más desierta y tranquila, está rodeada de vegetación nativa, con muchas especies dentro y fuera del agua.

No hay registros que indiquen si Darwin visitó el Forte de São Mateus, construido en el siglo XVI, para proteger la ciudad contra posibles invasores. Pero merece la pena ir a sus ruinas y, de arriba, observar la hermosa costa de Cabo Frio, su mar azul turquesa, la increíble naturaleza que sedujo a uno de los más importantes científicos de todos los tempos y que incluso lo ayudó en sus investigaciones, las cuales, a su vez, nos ayudan a entender un poco más quiénes somos.